Los albigenses fueron una secta herética de los siglos XI al XIII, que se extendió por la ciudad de Albi en el Languedoc (Occitania) de la que toma su nombre, y de ahí, por otras partes de Europa.
También conocida como "cátara", del griego kataros (puro). Los cátaros albigenses tenían una forma de religión maniquea, es decir, el bien y el mal como polos diferenciados y creían que aparte de éstos no había más. Las cosas eran buenas o malas. Denuncian a los sacerdotes corruptos y ésto hace temblar los cimientos de la Iglesia.
Los albigenses predicaban la Cristiandad Apostólica y la vida simple según el evangelio. Se llamaban los “buenos hombres". El Papa y los concilios de la iglesia decían que negaban la doctrina de la Trinidad, la Sagrada Comunión y el Matrimonio, así como también la doctrina de la Muerte y la Resurrección de Jesucristo. En el Concilio de Toulouse (1119), el Papa Calixto II, y a continuación en 1139 el Papa Inocencio II, les excomulgaron. Finalmente, en 1209, el Papa Inocencio III ordenó una cruzada contra ellos. La guerra duró veinte años.
La obstinación de la cruenta lucha contra los albigenses está aclarada en parte por el hecho de que los albigenses fueron ayudados en su guerra contra el Papa por los señores feudales locales del sur de Francia. Cuando un legado papal e inquisidor fue asesinado en el territorio del Conde Raymond VI de Toulouse, el Papa Inocencio III resolvió usar este suceso como la ocasión para tomar las tierras del Conde, quien mantenía una actitud tolerante hacia los herejes. Sucedió una lucha entre los señores del sur de Francia y el rey Pedro II de Aragón (que intentó mediar para defender a sus súbditos en esos territorios) y el Papa, que a su vez fue sustentado por los señores del norte y el rey de Francia. El norte estaba en conflicto con el sur, que al ser económicamente más desarrollado, eran, por consiguiente, una amenaza para éstos. Los ejércitos del norte estaban bajo la dirección del Conde Simón de Montfort y los legados papales, entre ellos el sanguinario abad de Citeaux, Arnaldo Amalric. Cuando los grandes ejércitos del norte tomaron la ciudad de Béziers, mataron a 20.000 personas entre albigenses y católicos sin miramientos, aunque las cifras difieren. Otro tanto ocurrió en Carcasona. En la batalla de Muret, hacia el final del conflicto, cae muerto el rey Pedro de Aragón. En el transcurso de la guerra, centenares de miles cayeron. Las provincias de Provenza y Languedoc fueron devastadas. La recién creada Inquisición, se hizo cargo de ciertos focos hasta reducirlos. La paz no fue concluida hasta 1229. A consecuencia de las guerras en contra de los albigenses el sur rico fue destruido y los territorios de la corona francesa se extendieron con esta anexión.