“E salió el moro con grande séquito, montado en caballo blanco, antes de que llegara la comitiva a la Alhambra, e la gente del cortejo le hizo calle, e fue que Boabdil quiso abajarse del bicho para arrodillarse ante su señor D. Fernando e fue que el rey no se lo consintió, de tal manera que sólo pudo besarlo en el brazo, e le entregó las llaves diciendo:"_Tome, señor, las llaves de tu ciudad, que yo e los que estamos dentro somos tuyos”.
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