lunes, 14 de noviembre de 2011

CONTINUAMOS CON LA INQUISICIÓN


LA LEYENDA NEGRA.
            Si bien los autores antiguos nos han presentado a la Inquisición en todos sus aspectos negativos, dándonos cifras escalofriantes sobre el número de ejecuciones, torturas, etc., muchos historiadores actuales discrepan totalmente de esas tesis.
            La Leyenda Negra de la Inquisición española comenzó con Fray Bartolomé de las Casas, que con su obra Brevísima destrucción de las Indias describe el maltrato y la persecución por parte de la Corona de Castilla a los indígenas, dando una imagen negativa de España y su colonización.  Quienes más extendieron esta leyenda fueron Guillermo de Orange en los Países Bajos y Antonio Pérez durante su exilio en Francia e Inglaterra, donde difundió la imagen más negativa de Felipe II.


A pesar de reconocer todos los aspectos negativos, autores como García Cárcel, Kamen o Stephen Haliczer opinan que situándolo en el contexto de aquella época, la Inquisición española no fue más cruel que otros tribunales coetáneos o de otros países.
            Según Haliczer se usaba la tortura con muy poca frecuencia: de los 7.000 casos enjuiciados en Valencia, solo en un 2% hubo tortura.  De hecho el Santo Oficio tenía un manual de procedimiento que prohibía formas de tortura vigentes en otros países de Europa y las cárceles de la Inquisición eran mucho mejores que las que tenían que padecer los inculpados por los tribunales ordinarios.
            A pesar de la Leyenda Negra de España, en Inglaterra fueron ejecutados el triple de herejes que en España y Enrique II en Francia hizo ejecutar el doble de herejes que en nuestro país.  
            Según estudios de García Cárcel, antes de 1530 se condenaba al 49 % de encausados y  a partir de esa fecha, solo el 3% era condenado.

ORGANIZACIÓN DE LA INQUISICIÓN.
            El Inquisidor General era designado por el rey, aunque el nombramiento debía ser ratificado por el Papa.  Presidía el Consejo de la Suprema y General Inquisición, formado por seis miembros que se reunían diariamente.
            Dependientes de la Suprema eran los diferentes tribunales de la Inquisición: Sevilla, Córdoba, Toledo, Llerena, Valladolid, Murcia, Cuenca, Las Palmas, Logroño, Granada y Santiago de Compostela.
            Para la Corona de Aragón había cuatro tribunales: Zaragoza, Valencia, Barcelona y Mallorca. Fuera de la Península había tribunales en Sicilia, Cerdeña, Lima, Méjico y Cartagena de Indias.
            Cada tribunal constaba de dos inquisidores, un calificador, un alguacil y un fiscal.  La mayoría de los inquisidores eran sacerdotes con formación universitaria, especialmente en Leyes.
            Además del tribunal, intervenían los “familiares”, que eran colaboradores laicos del Santo Oficio, con funciones de vigilancia.  Debían ser varones, casados y de probada buena conducta.  Era un puesto muy cotizado ya que suponía un reconocimiento público de limpieza de sangre con lo que llevaba aparejados muchos privilegios.  En principio el número de familiares estaba estipulado en uno por cada 200 vecinos.  Solo en Cataluña en el año 1567 existían 785, y en Castilla entre 1570 y 1629 se calcula que su número fue a 20.000. (datos de Domínguez Ortiz)
            Los tribunales carecían de presupuesto propio por lo que dependían de la confiscación de los bienes de los reos.
            Todos los miembros del tribunal tenían indulgencia plenaria.

LA ACUSACIÓN.
            Tras la misa dominical, el inquisidor leía en todas las ciudades el “edicto de gracia”  en el que se explicaban las principales herejías y se aconsejaba a los fieles que confesasen sus desviaciones de la ortodoxia.  Dentro de un periodo de gracia de un mes se podían reconciliar con la Iglesia sin castigos severos.
            Las delaciones eran anónimas y el acusado no llegaba a saber quien le había denunciado, con lo cual las denuncias falsas por rencores personales, envidia, etc. estaban a la orden del día.

LA DETENCIÓN.
            Los calificadores examinaban las denuncias.  Desde el momento de la detención se confiscaban los bienes del acusado para pagar su manutención y los gastos del proceso.  Si era declarado inocente le devolvían la diferencia.  Esto suponía en muchos casos la ruina de la familia por la excesiva duración de los procesos, que siempre eran secretos y por tanto el procesado desconocía la causa de su detención.
            Las torturas no eran tan frecuentes como se cree y las principales eran el potro, la garrucha y la toca o tortura del agua.

SENTENCIAS.
            Los resultados del proceso inquisitorial podían ser:
1. Absolución.
2. Suspensión: el acusado quedaba libre aunque bajo sospecha.
3. El acusado era penitenciado: se le declaraba culpable y debía abjurar públicamente de sus delitos (a veces en actos colectivos llamados autos de fe) y era condenado a llevar un sambenito (saco bendito), de color amarillo y una coroza (capirote) en la cabeza.  Si su falta era leve el sambenito llevaba dibujado la cruz de San Andrés (no eran dignos de llevar la cruz de Cristo) y en casos de faltas graves, dibujos de llamas.  Después de cumplido el plazo de castigo los sambenitos se colgaban en las iglesias con el nombre del acusado, lo que suponía una vergüenza familiar.  Además pagaban una multa o eran condenados al destierro o a galeras.
            En el caso de condena a los judíos conversos sus descendientes no podían usar joyas, ni ropas de seda, ni montar a caballo ni usar armas; no podían acceder a las Ordenes religiosas ni a la función pública; tampoco ir a Indias ni ejercer determinados oficios.  Por todo ello, muchas madres de familias conversas preferían declarar que sus hijos eran ilegítimos: era mejor ser bastardo de cristiano viejo que hijo legítimo de un converso.
4.  El acusado podía ser “reconciliado: es decir que además de multa o castigo se confiscaban todos sus bienes.
5.  El más grave: la relajación al brazo secular.  Significa que la Inquisición entregaba al reo a los tribunales ordinarios para su ejecución en la hoguera.  La ejecución era pública y si el condenado mostraba arrepentimiento se le estrangulaba con el garrote vil antes de ser quemado.
            En los casos en los que el acusado había muerto antes de finalizar el proceso o estaba huido, es decir in absentia, si resultaban culpables eran quemados “en efigie”, es decir, quemaban un muñeco que les representaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario