El desafío de las damas. Algunos
párrafos:
_Olivares, recoge las últimas
migajas de tu victoria porque este pueblo es conocido por abrazarte hoy y
pegarte un puntapié en las nalgas mañana, que bien os lo contaría mi abuelo
Lerma y mi tío Uceda si los hubieseis dejado vivir.
_Ante el rey me contesté a mi
misma: Hambre y miseria a raudales. Todo lo ha hecho para sumiros en la
decadencia más absoluta. Su sombra sólo ha dejado galeones anegados, escuadras
enteras a pique, perdido el reino de Portugal, alzados en armas a parte de
vuestros reinos, pérdidas irrecuperables como Mantua, el Rosellón, Borgoña y
otros muchos lugares del Oriente y las Américas que han pasado a manos de
vuestros innumerables enemigos.
¿Adónde
fueron las riquezas que a todos arrancasteis? ¿Qué fue de lo que decomisasteis
a los validos de vuestro padre?
_Es cierto que hoy más que
nunca la corte en Madrid es un hervir de intrigas de la peor especie. ¿De qué
sirven los esfuerzos de nuestros valerosos hombres en las contiendas de
Sicilia, Nápoles, Monferrato, Bohemia y Valtelina?. Los soldados ya sólo son un
recuerdo del glorioso reinado de Felipe II, porque mientras en Europa les
admiran por la entrega que demuestran al intentar salvar el declive de nuestro
ya desastrado imperio, el rey les ignora dejando su devenir en manos de
cualquier gobierno.
_Antes de contestar, escupí la
piedra en un pequeño cuenco de Talavera pintado con nuestro escudo de armas.
Lo
hacemos imitando a las damas francesas y su presunción, pues al enjuagarnos
después de mascar barro, nuestra dentadura parece más limpia y nos salvaguarda
de los hediondos olores. Desde que nos enviciamos con el barro, nuestro aliento
se perfuma con su aroma y nuestros esposos lo agradecen, ya que los besos les
saben mejor.
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