LA CASA DEL PROPÓSITO ESPECIAL.
ALGUNOS PÁRRAFOS
.
_Me
pregunté cómo soportarían los zares verse representados de manera tan obscena
cuando pasaban por las calles. Ese hombre que había invertido meses y había
sacrificado su salud en liderar al ejército para proteger nuestras fronteras. Esa
mujer que acudía al hospital todos los días, a ocuparse de los enfermos y
moribundos. La zarina no era una Mª Antonieta, y su esposo ningún Luis XVI,
pero los mujiks parecían considerar el Palacio de Invierno un segundo
Versalles, y sentí congoja al preguntarme dónde acabaría toda esa discordia.
_Enviaban
sus hijos a morir en los campos de batalla, mientras una mujer a la que
consideraban más alemana que rusa controlaba sus vidas. Observaban como su
emperatriz tenía tratos de fulana con un campesino al que despreciaban. Intentaban
expresar su ira mediante manifestaciones, disturbios y panfletos, y eran
masacrados a cada intento.
_Cuando
en 1916 se acercaba a su fin, San Petersburgo semejaba un volcán a punto de
entrar en erupción, pero el palacio y sus habitantes permanecían felizmente
ajenos al malestar que circulaba por las calles, y todos proseguimos con
nuestras rutinas y costumbres como si nada anduviese mal.
_Era
como si todo el asunto se redujera a un juego de niños: Guille, Jorge y Nico
corriendo por un jardín, disponiendo sus fuertes y soldados de juguete,
disfrutando de una tarde de gran diversión hasta que uno de ellos llegaba
demasiado lejos y un adulto responsable tenía que separarlos.
_Lo
miro (al nieto) y me pregunto cómo se las arregla siempre para marcharse justo
cuando aparece un autobús, como si no quisiera desperdiciar un solo instante de
su vida esperando en una esquina. Se sube de un salto a la parte trasera y
levanta una mano: el zar sin corona de todas las Rusias saluda a su abuelo
desde la parte trasera de un autobús londinense que acelera calle abajo
mientras se le acerca un revisor para exigirle el importe del billete.
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