El matrimonio como salvador de un condenado a muerte.
Se cuenta en esta obra de Néstor Luján un hecho que no recogen las leyes de la época y es el siguiente: Cuando un condenado a muerte, en el curso de su camino al patíbulo, aceptaba casarse con una ramera, liberándola de la vida de pecado, era indultado.
Aunque doctos en leyes de la época hacen alusión al tema, ninguno se inclina por creer que en términos jurídicos fuera una costumbre formal. Sin embargo algunos escritores como Pedro de Padilla en su Romancero trata un caso sucedido en Córdoba parecido a éste. Otro testimonio sevillano de entonces son las quintillas de la Heria, en el que condenan a un tal Ranchal culpable de asesinato que se salva aceptando matrimonio con la ramera Acevedo.
Mas la Acevedo que ha oído
la sentencia rigurosa,
a los alcaldes se ha ido
y convertida y llorosa
se les pidió por marido.
Todo lo anterior confirma que la tradición estaba viva y que en más de una ocasión se había producido un hecho como el que se narra en esta novela.
El cadáver que sangra en presencia de sus asesinos.
Descansa este hecho en seguras tradiciones y pródigos documentos. Es llamado “El juicio de Dios” según el cual el cadáver de un asesinado sangra por sus heridas cuando se presenta ante él su asesino. Es ésta una antigua creencia germánica que aparece en la canción de los Nibelungos y en otras obras de la abundante mitología alemana. Se mantuvo esta creencia durante toda la Edad Media y hasta bien entrado el siglo XVII. Aparece asimismo en la literatura francesa e inglesa y en España lo avalan dos autores tan significativos como Cervantes y Calderón. Lope de Vega nos deja estos versos en su obra “Los amantes sin amor”:
Cerró el ausencia mi amorosa herida;
abrióla el verla (nunca hubiera sido)
como suele la sangre del herido
salir de golpe, viendo al homicida.
Si de la literatura pasamos a la sabiduría médica parece que no le encontraron explicación científica y fueron muchos médicos los que prestaron atención al tema. Algún filósofo de la época llegó a opinar lo siguiente: “…se quedó en la misma sangre una virtud del ánima concupiscible y sensitiva, ordenada para el apetito de venganza.” En cuanto a los textos jurídicos, queda constancia de numerosos hechos como el que se describe en la novela, que fueron testificados por escribanos y sancionados por jueces.
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