sábado, 30 de mayo de 2015

ALFONSO XIII, REDENTOR DE CAUTIVOS

Alfonso XIII  pintado por Sorolla

            Hijo de Alfonso XII y Mª Cristina de Habsburgo-Lorenacasa con Victoria Eugenia de Battenberg.   

            Europa hacia 1914, afectada por grandes desajustes económicos, gobernando sus líderes desde los grandes balnearios de moda, pasa de ser la gran potencia del mundo para desmembrarse atizada por diversos intereses. 
           España, que desde el desastre de 1898 comienza una difícil regeneración, junto a Suiza, se mantiene neutral en los acontecimientos que se avecinan. El asesinato de Francisco Fernando en Sarajevo es el pistoletazo de salida de una guerra cruel. A pesar de las relaciones de parentesco, Alfonso XIII se mantiene al margen del conflicto bélico pero no así de los problemas humanos dando al mundo una lección sociológica y humanitaria digna de encomio. En 1917 Estados Unidos entra en la guerra. En Agosto de 1914 son movilizados 14 millones de hombres y en los primeros 20 días de la guerra había ya un cuarto de millón de muertos. El Vístula señala la línea de separación de los bandos. Se reúnen a los prisioneros en campos de concentración sin opción a comunicarse con sus familiares. El número de desaparecidos es numerosísimo. 
         Y aquí entra en juego la gran labor del Rey de España; en la llamada "Guerra de las cartas", abriendo la oficina "Pro-cautivos" en el propio palacio real. Invierte un millón de pesetas de la época de su propio peculio en poner en marcha el proyecto, transformando su secretaría particular, que a partir de entonces engloba varios servicios: repatriaciones, investigaciones, informes de campos de concentración, sentencias de penas capitales... 
        Llegan miles de cartas de toda Europa; el 90% dirigidas al rey, el resto, a su madre y a su esposa. Él, que mantiene una neutralidad activa, apuesta por la vida y la defensa de las personas. Con tan sólo tres máquinas de escribir, administrativos particulares, voluntarios y personal diplomático enviado por Europa, se llegan a tramitar con distinto resultado, medio millón de documentos, que aún hoy conmueven.  Salvó así a aproximadamente 70.000 civiles y 21.000 soldados, e intervino a favor de 136.000 prisioneros de guerra, llevándose a cabo 4.000 visitas de inspección a campos de prisioneros. Intervino también a favor de que en la guerra submarina no se atacara a los buques hospitales, proponiendo instaurar una inspección neutral de militares españoles de estos barcos en la salida y entrada de puerto.
         Sorprende que por entonces tenía 29 años. Acabada la guerra, en 1919 visita los lugares de la contienda como Verdun, recibe varios reconocimientos pero luego todo cae en el olvido.           
        En 1921 los reyes belgas nos visitan agradecidos. Existen pomposos actos y condecoraciones pero al final, recibe mal pago. El rey, a la vista de lo ocurrido con Nicolás II y su familia, comprende que difícilmente se podría librar del mismo destino. 
       Sale de España en 1931; llega a Marsella, París e Inglaterra. En la estación Victoria miles de personas lo aclaman entusiasmadas. En 1941 muere en Italia y 40 años después, sus restos son trasladados al Escorial. Fue rey desde su nacimiento y a los 15 años publica una declaración de intenciones con lo que serían las pautas a seguir durante su reinado. 
       La imagen de su final trágico ha oscurecido la gran labor que desarrolló en la Primer Guerra Mundial.