miércoles, 24 de julio de 2013

ALGUNOS PÁRRAFOS EN "LA FONTANA DE ORO"



_…Aquella es la célebre Fontana de Oro, café y fonda, según el cartel que hay sobre la puerta; es el centro de reunión de la juventud ardiente, bulliciosa, inquieta por la impaciencia y la inspiración, ansiosa de estimular las pasiones del pueblo y de oir su aplauso irreflexivo. Allí se había constituido un club, el más célebre e influyente de aquella época.

_Lázaro se mezcló en el torbellino. Sus ojos miraban con extraordinario resplandor, su inquietud era una convulsión, su agitación una fiebre, su mirada un rayo. Cruzábanle por la mente extrañas y sublimes formas de elocuencia; latíale el corazón con rapidez desenfrenada; las sienes le quemaban, y sentía en la garganta una vibración sonora que no necesitaba más que un poco de aire para ser voz elocuente y robusta.

_...Respiró fuego, bebió fuego, se convirtió en fuego sensible y animado con los dolores de su propia combustión. Quiso gritar: la llama no conduce el sonido. Quiso huir: no tenía movimiento, no tenía cuerpo, no era más que una mecha. Quiso orar: no tenía pensamiento; no era ya más que una pavesa, una masa de cenizas. El viento le desmoronaba: se sentía difundirse en el espacio ardiente, se quemaba ya quemado. No era más que humo: se consideraba subiendo en espiral renegrida, y siempre quemándose, siempre quemándose y consumiéndose, difundido ya, aniquilado, evaporado, acabado…hasta que al fin despertó, cubierto todo con el sudor de la agonía


_ Como hombre, reunía todo lo malo que cabe en nuestra naturaleza; como Rey, resumió en si cuanto de flaco y torpe pueda caber en la potestad real. La revolución de 1812, primera convulsión de esta lucha de cincuenta años, que aún dura y tal vez durará mucho más, trató de abatir la tiranía de aquel demonio, y en sus dos tentativas no lo consiguió. La Revolución hubiera abatido a Nerón, a Felipe II, y no abatió a Fernando VII. Es porque este hombre no luchó nunca frente a frente con sus enemigos, ni les dio campo. No fue nuestro tirano descarado y descubiertamente abominable; fue un histrión que hubiera sido ridículo a no tratarse del engaño de un pueblo.

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