domingo, 2 de septiembre de 2012

LA CASA DEL PROPÓSITO ESPECIAL. ALGUNOS PÁRRAFOS.



LA CASA DEL PROPÓSITO ESPECIAL. ALGUNOS PÁRRAFOS
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                _Me pregunté cómo soportarían los zares verse representados de manera tan obscena cuando pasaban por las calles. Ese hombre que había invertido meses y había sacrificado su salud en liderar al ejército para proteger nuestras fronteras. Esa mujer que acudía al hospital todos los días, a ocuparse de los enfermos y moribundos. La zarina no era una Mª Antonieta, y su esposo ningún Luis XVI, pero los mujiks parecían considerar el Palacio de Invierno un segundo Versalles, y sentí congoja al preguntarme dónde acabaría toda esa discordia.
                _Enviaban sus hijos a morir en los campos de batalla, mientras una mujer a la que consideraban más alemana que rusa controlaba sus vidas. Observaban como su emperatriz tenía tratos de fulana con un campesino al que despreciaban. Intentaban expresar su ira mediante manifestaciones, disturbios y panfletos, y eran masacrados a cada intento.
                _Cuando en 1916 se acercaba a su fin, San Petersburgo semejaba un volcán a punto de entrar en erupción, pero el palacio y sus habitantes permanecían felizmente ajenos al malestar que circulaba por las calles, y todos proseguimos con nuestras rutinas y costumbres como si nada anduviese mal.
                _Era como si todo el asunto se redujera a un juego de niños: Guille, Jorge y Nico corriendo por un jardín, disponiendo sus fuertes y soldados de juguete, disfrutando de una tarde de gran diversión hasta que uno de ellos llegaba demasiado lejos y un adulto responsable tenía que separarlos.
                _Lo miro (al nieto) y me pregunto cómo se las arregla siempre para marcharse justo cuando aparece un autobús, como si no quisiera desperdiciar un solo instante de su vida esperando en una esquina. Se sube de un salto a la parte trasera y levanta una mano: el zar sin corona de todas las Rusias saluda a su abuelo desde la parte trasera de un autobús londinense que acelera calle abajo mientras se le acerca un revisor para exigirle el importe del billete.

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